lunes, 7 de febrero de 2011

COSAS TAN ANTIGUAS COMO UNA CANCIÓN DE ROXETTE


SPEAK TO ME… roxette
Entregas la carta en correos y observas como el funcionario coloca el sello con mucha parsimonia. Alguna vez quisiste ser cartero tú, cuando entrabas en aquel lugar rodeado de amarillo (¿por qué, entre tantos colores y gamas eligieron el amarillo, peleón, canario, peligroso, estresante? ¿qué hay en la naturaleza de las cartas que les hubiera hecho pensar en amarillo?). Querías amontonar cartas, clasificarlas, atender a la gente que llevaba allí fragmentos de su mundo. Los ibas a mirar a los ojos y les dirías:
-Seguro que en esta carta hay mucha intensidad, pesa igual que todas, pero es efectivamente una carta de enamorado.
Sin embargo, en el correos de ahora, el funcionario que pesa tu carta con lentas maneras te mira indiferente. Delante de ti había un hombre que quería pagar una cuota de teléfono móvil y detrás hay un señor del banco que va a entregar un montón de avisos de facturas. Las cosas han cambiado, correos se ha adaptado, las cartas ahora son como mucho emails que se envía a todo el mundo.
Pero tú sigues empeñado en enviar tu carta, como antes hacías, ¿a qué viene esa nostalgia algodonosa?
El funcionario tira su carta a una caja pero la carta se cae al suelo. La mira dudando si levantarse y no lo hace, arrastra su silla hasta que consigue alcanzarla sin levantarse y la deposita en su montón.
Sabes el destinatario que tiene tu carta, aún así lo olvidas. Y recuerdas el correos de antes, el de las cartas que tardaban tanto en llegar. El de las cartas de espera, el de la alegría de tener la carta, irte a un rincón y abrirla. El correos de los paquetes de tus abuelos, el de aquellas cartas de tus amigos, el de las cartas con fanzines… Al día siguiente te llega la carta, y la contemplas maravillado: no es del banco, ni el seguro del coche. La abres y respiras aliviado. Te has enviado un cuento de Cortázar que no has leído, aunque no sea lo mismo la emoción sí que está presente.

No hay comentarios: