sábado, 19 de febrero de 2011


LA EDAD DE HIERRO
J.M. Coetzee

Una mujer de Sudáfrica escribe una larga carta a su hija que está en EEUU, tiene cáncer y quiere contarle su día a día pero no desea que esas letras le lleguen hasta que muera.
En esa carta le cuenta la enfermedad propia y la de la sociedad en la que vive en ese momento, hay una especie de diálogo entre en cáncer que ella misma tiene y que la va apagando y una sociedad en la que hay bandos que se odian, que poco a poco se van destruyendo unos a otros sin tener en consideración que tienen que vivir juntos, en el mismo estado, en el mismo cuerpo.
Era la época de luchas raciales como resultado del sistema del apartheid impuesto por los antiguos colonizadores.
A esta mujer, de raza blanca, que se le suponen un tipo de privilegios y que tiene bastante dinero le empieza a incomodar un Bantú, uno de los negros que no estaba considerado ni persona. El Bantú, de nombre Vercueil, vive en su cobertizo y ella lo acepta con resignación, ofreciéndole su casa al poco tiempo. Él la trata con aspereza y ella también a él, pero se ven obligados a convivir juntos. Es un hecho ciertamente paradójico, vivir con alguien con el que no te hablas o que te trata con malas maneras. Ella empieza un diálogo con él, que no quiere hablarle mucho y le responde con frases secas, mediante ese diálogo se llega a terribles y bellas reflexiones. Los acontecimientos se precipitan, la señora se ve envuelta en ese odio que se propaga por la sociedad. Ella es un cuerpo moribundo que se tiene que aferrar a Vercueil y la sociedad corrupta en la que vive, lo que hace más inhóspita su experiencia.
Esta novela, con su lenguaje conciso y descarnado es muy recomendable. Se llama la edad de hierro. La protagonista lo cuenta: el hombre aún no ha evolucionado, se ha quedado en las luchas tribales así da igual el grado de desarrollo tecnológico que se alcance si sirve para propagar el odio.
MOMENTOS
“Abrazamos para que nos abracen. Abrazamos a nuestros hijos para ser rodeados de los brazos del futuro, para llevarnos a nosotros mismos más allá de la muerte, para ser transportados”.
“Es a través de mis ojos que ves. La voz que habla en tu mente es la mía. Solamente a través de mí puedes estar en estas llanuras desoladas, oler el humo en el aire, ver los cuerpos de los muertos, oír el llanto, estremecerte bajo la lluvia”
“No tengo ni idea de qué es la libertad, señor Vercueil. Tal vez la libertad sea siempre y solamente lo que no puede imaginarse”.

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