sábado, 29 de octubre de 2011

VARGAS LLOSA Y UNOS SEÑORES DE MURCIA


CRÓNICA DE UNA CONFERENCIA
VARGAS LLOSA visitó nuestro pueblo. Fue a un auditorio pequeño, digno de pueblo. Algunos hicimos cola una hora y media para escucharlo, pero en las afueras no había megafonía ni una simple puerta, sólo una puerta de cristal, unos guardias enfadados por tener que trabajar en turno vespertino y los policías fieles que introdujeron a pesar de la marabunta a las queridas personalidades murcianas que llegaron tarde al evento, profesores de literatura y poetas, políticos y poetas, poetas y escritores. Estuvimos esperando media hora más, hasta las siete, a pesar de que colgaran carteles de que el aforo estaba completo, resistimos pensando que al menos sacarían una tele o que le dirían a Vargas Llosa que saludara al pasar, yo que sé, no tenía mucho sentido esperar, éramos como los que esperaban a Godot.
Había algunos alumnos de filología hispánica que tenían que hacer un trabajo sobre la conferencia. Se lo había mandado un anciano profesor de hispánicas, aunque supiera que venía un Nobel y que la sala era una sala de pueblo. Estaban tristes, de esa tristeza de haberse pasado una semana oyendo conferencias de hombres ilustres sobre Vargas Llosa, oyendo las típicas alabanzas que hacen los hombres ilustres de este pueblo descendientes de las “suflamas” huertanas a “presonalidade delustre”. Los estudiantes, los aplicados no los que estaban en el BUM escuchando a Kaiser Chiefs, trataban de hacer chistes de su ridícula situación de quedar en coitus interruptus, perdón, de quedarse sin el broche de oro, o de que éste hubiera llegado antes de tiempo.
Dentro, el que sí que estaba era nuestro presidente, hombre al parecer muy leído, llamó titán al escritor y nos desveló su relación con Murcia. Sí, dos amores pillados infraganti, ¿le dirán lo mismo en cada ciudad a la que va?
A LOS POLÍTICOS: si tanto territorio tenemos, podían haber hecho el acto en una carpa o en una plaza de toros. Es bonito que hoy en día, aún haya gente que siga haciendo colas para escuchar a escritores, por mucho que luego no escuchen nada. No estábamos solos y estuvimos a punto de empezar a corear “otro mundo es posible”. Eso sí, el mundo de detrás de las puertas de cristal estaba cerrado a cal y canto.

2 comentarios:

Cabopá dijo...

Perdón por no avisarte que no iría, me temí lo que cuentas, y muy bien contado por cierto, además a esa hora estoy un viernes por la tarde tan cansada de "mi fábrica de conservas" que no me reconozco.
Besicos.

Ah, nunca dejaremos de ser pueblerinos para actos de este calibre...Mándalo a los medios que se enteren.

Dyhego dijo...

Ni siquiera lo intenté, sabía que no podría entrar.
Tienes razón, podrían haber alquilado el auditorio Villegas y seguro que se habría llenado (y no precisamente para ver al anciano y vetusto ¿profesor? cuyo nombre ni quiero ni me da la gana decir).
Saludos.