miércoles, 12 de octubre de 2011

ANA KARERINA... Lev Tolstói




Ana Karerina ha sido para mí el verano.
Es curiosa la novela, empieza con una frase que te deja sin aliento, y se dedica toda la novela a desmenuzarla. Las familias felices, la burguesía acomodada que tienen reuniones en las que hablan de temas sin importancia, se dedican a airear los sentimientos de los demás, a meterse en sus vidas, a reírse de ellos. Las familias infelices con sus muchos y diferentes matices, a ellas les ocurren cosas que son dolorosas y únicas, para cada una la infelicidad tiene su rostro.
La novela no empieza con Karenina, sino con su hermano que después de ser infiel a su esposa , y de que ésta se entere, llama a su hermana para que trate de convencerla de que no deje el núcleo familiar. Al bajar del tren Ana verá a una persona atropellada, y esa curiosa imagen nos abordará más tarde en la novela con dolor.
En realidad, se puede decir que la novela está aplastada entre el curioso principio y el curioso final, que tiene y no tiene que ver con Ana Karerina. Y luego están los otros protagonistas de la novela, Levin y Kitty, que representan la estabilidad, los valores del campo, la sencillez. Levin parece un alter ego del escritor, una persona con mucha capacidad de juicio, de reflexión, que es ateo y que se da cuenta de los motivos íntimos de las personas. El cómo va prosperando la relación entre ellos dos será una contraposición clara a la de Ana con Vronsky. Uno de los momentos más interesantes de la novela es la muerte de su hermano Nikolái, que era un viva la vida, y de cómo su mujer lo asiste en un arrebato de energía.
Pero el personaje que más brilla es Ana Karerina, una mujer que no se plantea su vida hasta que surge el amor y entonces tendrá que luchar contra un marido rígido y excesivamente centrado en el aparentar ante la sociedad y la religión, tendrá que luchar contra su amor de madre por el hijo que ya tiene, contra las decisiones de su esposo que no le quiere dar el divorcio porque en aquella época los hombres eran los dueños de las relaciones, incluso contra sus propios impulsos. La evolución de Ana es fascinante, te deja sin aliento. Tiene la fuerza y el arrojo de dejarse arrastras por los sentimientos y en ello queda tocada, ella y nosotros. Y cuando venga el final tendremos la sensación de ser nosotros mismos a los que le sucede lo que ocurre. Eso que llaman la suspensión de la incredulidad, no existe nada alrededor sólo la locura de Ana, que lo quiere todo y nada al mismo instante.
Todo en la novela está hecho para que sea una novela total, un fresco de la época. Asistimos a partos, a las reflexiones en torno a la idea de ser ruso, europeo, la diferencia entre el campo y la ciudad, la burguesía y las demás clases sociales, los medios de transporte, la cultura, las guerras del momento, las tensiones, la familia, la diferencia entre la capital Moscú y San Pestesbrugo… etc
“Si ha dejado de amarme, si no se muestra bueno y cariñoso más que por obligación, esto será un infierno. Prefiero que me odie. ¡Qué duro tener que amar y aborrecer al mismo tiempo!”
“La vida se le había aparecido más terrible que la muerte. ¿De dónde venía, qué significaba, por qué nos había sido otorgada? El organismo y su destrucción, la indestructibilidad de la materia, la ley de conservación de la energía, la evolución, todas esas palabras y los conceptos que expresaban serían, sin duda, interesantes desde un punto de vista intelectual, pero, ¿qué utilidad podían reportar en el curso de su existencia?”.
“Un hombrecillo con barba murmuraba algo ininteligible, a la vez que daba golpes en el hierro por encima de ella. Y la luz que para la infortunada había iluminado el libro de la vida, con sus tormentos, sus traiciones y sus dolores, brilló de pronto con el esplendor más vivo, iluminó las páginas relegadas hasta ahora en la sombra, crepitó, vaciló y se extinguió para siempre”.
“Todas las familias dichosas se parecen, y las desgraciadas, lo son cada una a su manera. En el hogar de los Oblonsky se había roto la armonía”.

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