martes, 3 de agosto de 2010

diario de almería


DIARIO DE ALMERÍA
La Habana es una café de Almería que guarda un sabor a antigüedad. Siempre te entregan un ticket, que te piden que rellenes con la excusa de que puedes ganar un viaje. Al principio lo rellenaba pero ya me parece absurdo. Supongo que será un acontecimiento aquí en una ciudad pequeña. El sorteo de la Habana. De una cafetería que tiene las ventanas con cristales de colores, y ovaladas, los suelos y columnas de mármol de Macael y las barras de un dorado viejo. El café de la Habana con sus lámparas art decó y sus paipáis mecánicos que te hacen aire en el techo. El mismo café con camareros que datan de otra época y que te ofrece cruasanes de chocolate con una textura que se deshace en la boca como un reloj de Dali.
Vine un día de verano por primera vez. Sería julio del 2000. Aunque en la cafetería todo seguía igual, parecía que iba a cambiar todo, porque estábamos en el nuevo milenio. Una chica con la que tomamos café estudiaba periodismo, la carrera que yo siempre había querido estudiar pero no podía porque por aquel entonces estudiaba oposiciones de fisioterapia. Aquella chica hablaba de las cosas como si todo fuese noticia y olvidaba la existencia los diarios escritos, que era lo que a mí me gustaba. Pensé que o acaba en la tele presentando Gran Hermano o nunca trabajaría de periodista. Al poco tiempo esa chica despareció de la vista, aunque yo creía que iba a estar siempre cuando volviese a este café. Se fue pero dejó una frase de las que quedan muy bien en las películas: “la verdad es que no tengo ningún motivo para no volver a hablaros, es simplemente por extensión”. La coloqué en una película de Woody Allen y no encajaba. La coloqué en “una rubia muy legal” y pareció que se fundía con la película. Yo pensaba que llegaríamos a ser grandes amigos. Pero ella estaba del lado de las cosas que no son como son. Ella aborrecía las cosas que no eran lo suficientemente originales, como si el mundo no tuviese ya muchas selvas destruidas para fingir que todo resulta virginal. El caso es que fue muy hospitalaria conmigo durante un día de su vida en el que cenamos en su casa. Más que comida me dio conversación. Con el tiempo uno llega a descubrir que no todas las conversaciones están en el mismo plano. Yo le hablaba a ella desde un escalón inferior, y ella, vista desde arriba tener una aureola.
Una pena que llegara tarde al periodismo mediático. Si no se hubiera inventado antes el concepto Sara Carbonero, ella habría sido capaz de hacerlo con alguna guapa deportista.
Pero yo lo recomiendo. En mi top 5 de Almería, si vienen (yo lo sigo haciendo): un cruasán como éste que como en el café la Habana, un paseo por las calles aledañas al barrio de pescadería, una visita a la librería Picasso, un rato en el centro andaluz de fotografía y unas grasientas tapas en el lugar más cutre que logren encontrar (para mí la virgen chica).

1 comentario:

Rosa Cáceres dijo...

Me ha gustado leer este texto, eso de los papáis mecánicos me ha llegado al alma, almeja de escritora, que se goza con la expresión original y metafórica.

Buscaré ese café en Almería la próxima vez que vaya.