lunes, 21 de junio de 2010
CONFESIONES DE UNA MÁSCARA ... Yukio Mishima
Fotografías de la casa de Carolina Codorniu
Desde la paradoja del título, ya que el que se confiesa no puede ser la máscara sino el espíritu que se la quita, está novela autobiográfica va trazando cada uno de los momentos espirituales de ascenso y posterior caída a la que se ve inmerso el protagonista desde su niñez hasta el comienzo de su juventud. La polémica rodeó a esta obra, porque en ella se observaba el deseo del autor por la muerte y por el sufrimiento, junto al descubrimiento del protagonista de su homosexualidad y el aprendizaje de que la máscara social que se debe llevar. Realmente, en una sociedad convulsa, como la japonesa, que en plena guerra está a punto de perder sus ídolos tanto religiosos como políticos (no hay que olvidar que las batallas siempre se hacen del lado de la religión: el emperador dice que ellos son los buenos y lo justifica con los dioses. Eso fue lo que ocurrió en Japón y que los dejó sumidos en una grave crisis) hacen eco en los pensamientos de muerte del protagonista, la frivolidad con la que trata a Sonoko y los sentimientos ambivalentes con respecto a la homosexualidad. En un momento muy bonito el protagonista expresa que para él Sonoko representaba el amor espiritual, ese que se mantiene inmortal pero que es imposible de apresar para el día a día. También son interesantes la destrucción de la mitología como tal: San Sebastián o esa Juana de Arco disfrazada de hombre. En realidad, hasta cierto punto, todos tenemos una máscara y todos somos parte de la sociedad. El final tan abierto te deja la sensación de algo continuo que acaba y el que algunas veces el autor haga presentes a los protagonistas con alocuciones directas (esta que ha hablado es mi hermana) hace que el texto sea como un bonito cuento que el autor te susurra y le da la esfera de la confesión.
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