jueves, 1 de septiembre de 2011


Los había oído. Al entrar al edificio el ascensor estaba ocupado y tuvo que esperar enfrente de la puerta con sonrisa tonta esperando que se abriera. Definitivamente subió por las escaleras, no deseaba encontrárselos de frente. Cuando bajó otra vez a la calle el aspecto desde la otra acera era desolador: todas las persianas subidas. Tenía que rendirse a la realidad, ¿qué día es hoy? Claro, pensó, 31 de agosto. Afuera el calor aún era intenso. Recordó las mañanas en las que había caminado por los pasillos solitarios, al lado de puertas que no eran la suya, practicando “marcha” para hacer ejercicio, o simplemente asomándose a cada una de las ventanas de los angostos pasillos para contemplar desde todas las perspectivas más allá. Pero ahora habían llegado, ¿Cuánto tiempo podía pasar sin que se cruzara a alguno de ellos? En la pared había una nota. La primera reunión de escalera, para el 20 de septiembre. En el alfeizar de la ventana una hormiga introduce una carga muy pesada de comida por un agujero.

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