lunes, 3 de enero de 2011

DIARIO DE LA CLÍNICA DE SAN JOSÉ


3 DE ENERO DE 2011
LO PRIMERO QUE HAGO AL VOLVER A MURCIA… es pasarme la tarde en la clínica con mi abuela. Trato de hablar siempre con ella, a pesar de que está sorda, la conversación es difícil y siempre cuenta las mismas historias. Esta tarde toca la de lo mucho que ha sufrido, la de la única vez que la operaron, que estuvo en la UVE, como dice ella, y que le dieron 14 puntos y que le sacaron piedras para hacer un chalet según el médico.
Mi abuela tiene un conflicto con los horarios. Sea la hora que sea siempre le parece que debería ser otra. Quizás por eso ha llegado a los 85 años con buena capacidad de razonamiento. Aquí, en el hospital, se rige por los horarios de la comida y de los cambios de pañal. Pero la comida está siempre o demasiado pronto o demasiado tarde. Es un ser fuera del tiempo, lo marca a su antojo. Para mí, de hecho, si pienso en mi abuela ahora que estoy delante de ella, no dejo de pensar en ella cuando cantaba villancicos en la lumbre, cuando mataba al pavo o cuando tenía que dejar el suelo brillante y si lo pisaba alguien renegaba (excepto si lo pisaba yo). En su mundo, en ese mundo de los abuelos, se mezclaba lo prohibido con lo permitido.
En los hospitales hay mucha gente que está fuera de su tiempo. Aquí mismo, hemos brincado hacia el año 2011 y estamos en un sitio aparte de todo. Aquí podría no ser ningún año. A los enfermos les dan medicinas para que sobrevivan el mayor tiempo que se pueda humanamente. A mi abuela la salvan ya dos años esas medicinas.
Le doy a mi abuela la cena. En este tiempo atemporal podría ser el año de mi infancia, cuando ella me la daba a mí, o podría ser este año 2011 en la que a ella se la doy yo.
ESTA NOCHEVIEJA estuve en una casa en San José, en Cabo de áGata. Resulta que salió una pregunta, ¿si pudieras resucitar a alguien durante dos horas quién sería? Yo nunca dudo ante esa pregunta: Jesucristo. Desde que era pequeño lo tengo metido dentro de los cromosomas. Mi abuela rezaba el rosario cada día y yo la escuchaba. Hoy mismo, o quizás fue otro día, me ha comentado que se ha encomendado a San Ramón. Yo he pasado por diversas etapas: creyente, católico, agnóstico, ateo. Pero siempre he pensado que me gustaría conocer a esa persona, si realmente existió, aunque sólo fuera uno de tantos profetas.
Anoche en la televisión vi el programa de Punset, sobre el hombre más feliz del mundo. Científicamente el hombre más feliz del mundo es Mathieu Ricard, un budista. Dice este hombre que el ser humano es compasivo por naturaleza y que muchas veces caminamos cegados por las emociones, pensando que somos esas emociones. Pero que no, somos lo que queda cuando las emociones se van.
Así cuenta una historia de que Buda mandó a uno de sus discípulos a un determinado río a por agua, pero como acababa de pasar un carro y el agua estaba revuelta el discípulo fue a otro río. Al volver a Buda con el agua le preguntó si el agua procedía del río que le había dicho. Él le dijo que no y por qué no. Entonces Buda lo mandó otra vez al río, a esperar. Le dijo que tuviera paciencia hasta que el sedimento se depositara. Que el agua de ese río era mejor.
Las emociones son ese revoltijo. Cuando se aposenta todo surge lo que verdaderamente somos, algo más transparente y necesario que los arrebatos de las emociones.

1 comentario:

Cabopá dijo...

Es muy bonico lo que cuentas de tu abuela. Mis abuelos eran adorables y tanto unos como otros los disfruté mucho (mi abuela materna también rezaba el rosario y yo con ella)
Mis hijos sólo han conocido bien a esta abuela, mi madre, que este año 2011 cumplirá 90a..
Lo demás que cuentas hoy es muy interesante. Ay, las emociones si yo te contara...
Miles de besicos para el año nuevo amigo y muchas lecturas y escrituras.