martes, 28 de diciembre de 2010


LOS PREMIOS///// dic 2010
Julio Cortázar
A un grupo de personas que no se conoce le toca un premio: un crucero. Todos embarcan sin saber muy bien a dónde se dirige, ni por qué en un momento determinado se quedan varados, ni por qué sellan la popa del barco aduciendo a qué existe un brote de tifus ¿pero es real? Los protagonistas del libro hablarán de sus vidas, de Argentina, de literatura, del tiempo… están muy bien definidos según su clase social, todos desprenden una gran ternura. Muchos de ellos quieren saber qué está pasando realmente en el otro lado, en la popa dónde está lo desconocido, otros no, directamente se dedican a vivir la vida abordo. A veces tenemos la sensación de que hemos llegado tarde a ellos, de que por mucho que hablen no los conoceremos… otras tenemos la sensación de que conocemos de toda la vida a Medrano, a Paulita, al Sr Trejo, a Jorge… se inventan palabras, les ponen apelativos a los malos (que son la tripulación del barco, el Malcom). Un aire de surrealismo recorre la novela, que es fragmentaria y cuyos diálogos son muy buenos, antesala de Rayuela, aunque me ha gustado menos que Rayuela (no obstante me ha encantado). Los capítulos, que se dividen en los tres días que pasan en el barco, no parecen ni mucho tres días. No sé si deliberadamente, los días son capítulos que se acortan.
El final me ha gustado mucho, es como el principio, anulando la resistencia de la novela clásica. El principio: “La marquesa salió a las cinco ¿Dónde diablos he leído yo eso?”, en como en la tradición histórica situando la novela, pero sin embargo Cortázar lo desmitifica cuando el personaje no sabe ni dónde ha leído eso, es algo que le suena, y sigue hablando. El final es redondo, acaba al igual que una buena película, pero no tiene importancia es como si cuestionara los finales de película. Del tipo de finales de las personas a las que no les gusta que les cuentes el final ¿Y qué más da? Sin en el fondo las buenas novelas son para disfrutar, igual que las buenas películas… aunque no siempre la regla sea así. Cortázar se dedica a echar agua a los personajes y verlos crecer, como si les diera primero la mano y luego se la soltara para ver hacia dónde van. Unos quieren conocer qué hay más allá de las cosas misteriosas, prohibidas. A otros les da miedo todo. Y luego está Persio, personaje peculiar, que escribe alegorías en primera persona, colocándole metáforas a todo.
Podría destacar mil párrafos. Hay algunos para alivio del lector: “el barco se mecía apenas, los ruidos de abordo empezaban a situarse poco a poco en la zona sin sorpresas de la memoria” “los libros van siendo el único lugar de la casa donde todavía se puede estar tranquilo”. Otros que son sumamente hermosos, pero que cuesta mucho reproducir (página 336-337, ED Cátedra) y conversaciones que son pura filosofía.

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