LONDRES ENDS
La aspereza de los lenguajes no entendidos, su sabor en tu lengua al pronunciarlos. Norwood Junction de trenes con destinos itinerantes. El movimiento gravitatorio en los autobuses verticales. La hierba domesticando la razón, quedamos para tomar el hummus que sincera, los faros embravecidos de Irlanda, la compañía deshabitada de un reloj, la rivera del río modificada para servir arte, las calles rizomas llenas de bucles incomunicados, el silencio de los rascacielos, los oficios de los transeúntes de Washington Square, la noctámbula apreciación de luciérnagas desmontando la hierba de Maddie, nocturnos para alejarse de la casera, el tacto de los aviones al discurrir por la epidermis de la city, volver a dibujar Edimburgo en una servilleta de papel, las infinitas historias que uno piensa publicar el blog y que acaban en un lugar oscuro de la memoria por sustracción de tiempo, la lluvia, Londres, la lluvia, Londres… el sol que sale ajeno a los recuerdos, botellas solitarias en un mar de asfalto, el champiñón que crece en cada casa, los zorros vagando por la calles con apetito de luna, el número de pasos dado en cada museo, la horizontalización de la mirada en el cuadro, el regocijo en la mirada la sorpresa en ella la quietud, Matisse antes de morir de cáncer pintando sin poder “Snail”, el patio con la inscripción Reino de Murcia en el Metropolitan, la fuerza de las manos de Saavedra Fajardo en el cuadro de Goya que se arrincona en la Courtauld Gallery, la película Moon desde el subsuelo de Warwick street, el puente de London Bridge en la antigüedad con sus edificios colgantes...
al caer formará un interstiticio
algo profundo late en la espera
y en el significado
caminaré un momento sobre escenas
ya pasadas
para indicar el discurrir de la mirada
estrellaré su peso vertical
sobre fotos y aromas. LONDON ENDS
La aspereza de los lenguajes no entendidos, su sabor en tu lengua al pronunciarlos. Norwood Junction de trenes con destinos itinerantes. El movimiento gravitatorio en los autobuses verticales. La hierba domesticando la razón, quedamos para tomar el hummus que sincera, los faros embravecidos de Irlanda, la compañía deshabitada de un reloj, la rivera del río modificada para servir arte, las calles rizomas llenas de bucles incomunicados, el silencio de los rascacielos, los oficios de los transeúntes de Washington Square, la noctámbula apreciación de luciérnagas desmontando la hierba de Maddie, nocturnos para alejarse de la casera, el tacto de los aviones al discurrir por la epidermis de la city, volver a dibujar Edimburgo en una servilleta de papel, las infinitas historias que uno piensa publicar el blog y que acaban en un lugar oscuro de la memoria por sustracción de tiempo, la lluvia, Londres, la lluvia, Londres… el sol que sale ajeno a los recuerdos, botellas solitarias en un mar de asfalto, el champiñón que crece en cada casa, los zorros vagando por la calles con apetito de luna, el número de pasos dado en cada museo, la horizontalización de la mirada en el cuadro, el regocijo en la mirada la sorpresa en ella la quietud, Matisse antes de morir de cáncer pintando sin poder “Snail”, el patio con la inscripción Reino de Murcia en el Metropolitan, la fuerza de las manos de Saavedra Fajardo en el cuadro de Goya que se arrincona en la Courtauld Gallery, la película Moon desde el subsuelo de Warwick street, el puente de London Bridge en la antigüedad con sus edificios colgantes...
al caer formará un interstiticio
algo profundo late en la espera
y en el significado
caminaré un momento sobre escenas
ya pasadas
para indicar el discurrir de la mirada
estrellaré su peso vertical
sobre fotos y aromas. LONDON ENDS