LONDRES SE ELEVA… sobre raíles de tren desde los que los edificios son chimeneas y rascacielos salpicados de una vegetación invasiva, como si fuera un producto mohoso que ha caducado y que va contagiando las casas. De vez en cuando arde una de ellas, un edificio con sus fantasmas y todos vemos desde lo alto los coches veloces de los bomberos demorándose por controlar las llamas, como en el incendio de 1666 al que se rinde tributo en el museo de la ciudad. Somos seres limitados en el aire, sobre las plataformas en las que se divisa más cemento y más cristal esperamos de largos paneles que cambien sus destinos y que lleguemos a un punto concreto, un ítem turístico en el que buscamos parecernos a todas esas personas sin rostro que devoran la ciudad, que erosionan los frisos del Partenón tocándolo como si estuvieran en Grecia porque saben que allí nunca podrían tocarlo, elevado en el aire de Londres en el que se desciende el aire, se elevan los trenes y es descender el aire. Tocamos vestigios que han introducido en edificios probeta para turistas probeta, todos tenemos las mismas guías desde las que leemos historias superficiales y a todos nos cuenta la audioguía que en la abadía de Wesminter para el sacro entierro de la princesa Diana se trajeron a un coro tan abundante que lo diseminaron por toda la abadía, en lo alto, como si fueran ángeles y que para poder leer las partituras tuvieron que reflejarlas en multitud de espejos, no entiendo por qué aún no pasa la southern line por allí encima de la abadía y por qué no es la sinfonía de los raíles la que emite cantos en escalas monocordes (en la Guerra de las Galaxias la música era así) para los muertos ilustres que entierran en las audioguías.
lunes, 13 de julio de 2009
LONDRES SE ELEVA… sobre raíles de tren desde los que los edificios son chimeneas y rascacielos salpicados de una vegetación invasiva, como si fuera un producto mohoso que ha caducado y que va contagiando las casas. De vez en cuando arde una de ellas, un edificio con sus fantasmas y todos vemos desde lo alto los coches veloces de los bomberos demorándose por controlar las llamas, como en el incendio de 1666 al que se rinde tributo en el museo de la ciudad. Somos seres limitados en el aire, sobre las plataformas en las que se divisa más cemento y más cristal esperamos de largos paneles que cambien sus destinos y que lleguemos a un punto concreto, un ítem turístico en el que buscamos parecernos a todas esas personas sin rostro que devoran la ciudad, que erosionan los frisos del Partenón tocándolo como si estuvieran en Grecia porque saben que allí nunca podrían tocarlo, elevado en el aire de Londres en el que se desciende el aire, se elevan los trenes y es descender el aire. Tocamos vestigios que han introducido en edificios probeta para turistas probeta, todos tenemos las mismas guías desde las que leemos historias superficiales y a todos nos cuenta la audioguía que en la abadía de Wesminter para el sacro entierro de la princesa Diana se trajeron a un coro tan abundante que lo diseminaron por toda la abadía, en lo alto, como si fueran ángeles y que para poder leer las partituras tuvieron que reflejarlas en multitud de espejos, no entiendo por qué aún no pasa la southern line por allí encima de la abadía y por qué no es la sinfonía de los raíles la que emite cantos en escalas monocordes (en la Guerra de las Galaxias la música era así) para los muertos ilustres que entierran en las audioguías.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Tus crónicas londinenses son una maravilla para el conocimiento de alguien como tú que tiene espiritu critico y sabe escribir....Mucho cuidadito con la "H1N1" que ahí parece que no está muy controlada...ja,ja,ja Disfruta mucho de todo que ya veo que lo haces...Se ha abierto el plazo del Curso de la BRM quizás pida plaza para el nivel bajo...ja,ja, una escritora "consagrada" como yo...Besicos murcianos...
Publicar un comentario