viernes, 23 de enero de 2009

EL TAMBOR DE HOJALATA

EL TAMBOR DE HOJALATA………………………………….. Günter Grass
CALIFICACIÓN: muy bueno.

“He aquí una novela con muchas virtudes. La primera que me gustaría destacar la manera magistral que tiene el autor de cambiar de la primera persona, la narración de la vida de Oscar recluido en un psiquiátrico, a la tercera persona de una manera imperceptible cambiando la focalización del personaje desde una óptica subjetiva a una más objetiva como queriendo darle en todo momento veracidad al relato.

El tema me parece muy interesante, la novela es la biografía de Óscar que decide a los tres años dejar de crecer. Y esto es importante porque ahí reside la clave de la novela, de que todo lo que cuenta Óscar va a estar en los límites de la realidad y la ficción, como si se tratase de realismo mágico, pero en lugar de mágico podríamos llamar atroz. Realismo atroz. Así encara Óscar, una persona con una gran inteligencia, todos los acontecimientos de su vida, mediante el relato de aspectos macabros con explicaciones racionales pero que se sitúan en el principio de la fantasía. Así fue concebida su abuela en un maravilloso capítulo, en el que cuenta que su abuela tenía cuatro faldas y el olor a mantequilla rancia de su interior. Un judío la encuentra recogiendo en un campo de patatas y ella lo esconde debajo de sus faldas para que no lo encuentren los nazis, fecundando a la madre de Óscar.

El hecho más importante de su vida a los tres años, aparte de su renuncia a crecer (que no parece ser sino el deseo de intentar dirigir o interpretar las circunstancias adversas de su vida como lo que es ser enano), es el regalo de un tambor. Óscar tocará el tambor cuando se encuentre feliz o triste, cuando desee cambiar los acontecimientos de su vida o por placer, cuando la realidad sea obstinadamente macabra o cuando haya felicidad… porque su tambor tiene propiedades mágicas. En una dramática confesión nos irá contando su vida desde la fecundación de su abuela hasta que él cumple treinta años. Y es dramática porque parece que los hechos de su vida y las acciones de sus familiares y amigos repercutirán en él. Es emocionante cómo cuenta cómo murió su madre, o lo que cuenta de quién es su verdadero padre, o cuando desea amar a María, o de quién es verdadero padre del hijo de María… porque desde el principio de su vida parece condenado a una vida de invisibilidad, por su enanismo o por sus facultades mentales, todos los demás parecen alimentarse de la mentira y seguir viviendo sus vidas. No hay que olvidar que estamos en la Segunda Guerra Mundial, y más atroz que lo que nos relata es el relato real de lo que está sucediendo en el mundo, que él toca de soslayo. Aunque muchas de las cosas que le pasa sean irreales, sean una forma macabra de explicar la realidad, en ningún momento parecen irreales. Y los pasajes más macabros o exagerados nos parecen de un lirismo exquisito.

El capítulo que más me ha gustado es en el que descubren una cabeza de caballo llena de anguilas, que han penetrado hasta el cerebro del caballo, describiendo su masa cerebral royendo la materia cerebral y a su madre vomitando a lo que Óscar comienza a tocar su tambor.

CITAS:

“Pero Rosvita estaba tendida junto a mí y tenía miedo. Óscar, en cambio, no tenía miedo, sin embargo, estaba tendido junto a la Laguna. Su miedo y mi valor juntaron nuestras manos: Yo, buscando a tientas su miedo; ella, buscando a tientas mi valor. Finalmente yo me asusté un poco, pero ella, en cambio, cobró algo de valor…Valiente intemporal y miedosa intemporal, ofrecíaseme allí Rosvita. Y nadie sabrá jamás si aquella liliputiense, que en la bodega soterrada de la cervecería perdió en el curso de un severo ataque aéreo sobre la capital del Reich su miedo bajo mi valor hasta que los de la defensa antiaérea vinieron a desenterrarnos, contaba con diecinueve o noventa y nueve años…”

“Aquel señor Münzer o Kleep, como le llamo hoy, era un flautista y clarinete de jazz, regordete y perezoso, pero no exento de movilidad, propenso al sudor, supersticioso y sucio, pero sin llegar a la degeneración, arrebatado a cada rato de los brazos de la muerte y que exhalaba y exhala el olor de un cadáver que no cesara de fumar cigarrillos, de chupar bombones de menta y de oler a ajo. Así olía ya entonces y así sigue oliendo hoy cuando se inclina sobre mí los días de visita, esparciendo a su alrededor la alegría de vivir y el gusto de la muerte, y obliga a Bruno, inmediatamente después de su salida complicada y anunciadora de retorno, a abrir las ventanas y las puertas y a establecer una corriente de aire purificadora.

5 comentarios:

Cabopá dijo...

Oye rafa te has dado cuenta que somos "internacionales" Tenemos un seguidor común. ¿Tu lo conoces ? Uff cómo ha llegado hasta aquí.

Rafa dijo...

No tengo ni idea pero no creo que entienda nada

La sonrisa de Hiperion dijo...

Pisha, como que muy bueno? Joe, tremendo.... A mí me encantó.
Saludos

Sarashina dijo...

Hola, Rafa. Ahora mismo voy a ponerte en el blogroll, para seguirte cuando hagas una entrada. Jope, que voy de trabajo que no veas y no encontraba el momento.
Yo no he leído la novela, pero sí vi la película en su momento. Como la película, siendo muy buena, a mí no me llegó demasiado, pasé de la novela, y eso que fue un boom general. Parecía entonces que si no la leías es que no eras lo bastante intelectual y moderna. Y ahora me temo que ya es demasiado tarde. Me he distanciado un poco, en realidad, bastante, de este tipo de literatura. Me he vuelto bien rara para leer. Sin embargo, creo que en la juventud no hay que leer, hay que devorar, sin discriminación y sin freno. Yo lo hice en su momento. Luego te vuelves asquerosamente selectivo. Nos vemos, compi.

Homo libris dijo...

Yo estoy leyendo ahora La Ratesa y me está encantando. El tambor de hojalata es un libro que me ha llamado siempre la atención, desde que conocí a Günter Grass gracias a Círculo de Lectores. Me lo apunto entre los pendientes, ahora sí, de leer.

Un saludo.